Martes, 05 Mayo 2015 13:29

Veneraron a La Cruz José de los Milagros

LA COMUNIDAD DE PALMAR GRANDE LO VIVIÓ CON VOCACIÓN CRISTIANA

Martes 5 de Mayo de 2015

La Fiesta de  la Cruz José de los Milagros  de Palmar Grande se venera en coincidencia con la Cruz de los Milagros el 3 de mayo.

La comunidad parroquial vivió con vocación cristiana la fiesta patronal  y los días de novena. Con el corazón profundamente agradecido por tantos beneficios concedidos rezan a la Cruz de los Milagros.

Estos peregrinos de la Cruz caminaron con la fe de la Iglesia. 

En hora de la mañana se celebró la Santa Misa solemne con autoridades locales, la mediodía un almuerzo comunitario en el salón de la parroquia, donde degustaron del mbaipú y asado a la estaca, donado por los productores ganaderos de la zona.

A las 16:00 hs. la procesión de la Cruz José de los Milagros, acompañado de las imágenes de la Virgen de Itatí, San Antonio de Padua de Mburucuya y San Isidro, por la avenida principal, este año con un reducido trayecto por el estado de la calle debido a la lluvia que se precipitó hasta las primeras horas del día.

HISTORIA DE LA CRUZ JOSE DE LOS MILAGROS DE PALMAR GRANDE

(Fuente: Miguel torres Director de Cultura de la Municipalidad de Palmar Grande)

El relato popular cuenta que el Patrono del pueblo de Palmar Grande surge luego de desarrollarse una de las batallas más sangrientas de la provincia de Corrientes, como lo fuera la batalla de Vences (muy cerca de la nuestra localidad) oportunidad que según dice la historia solamente hubo dos sobrevivientes. Uno de ellos se dirige hacia aquí, hacia un campo vecino de Palmar Grande, allá por el año 1847.

El dueño de "La Estancia" (así se llamaba el establecimiento) lo protege y junto a otros lugareños lo curan de sus heridas y el hombre se aquerencia, pasando a desarrollar las tareas de campo en la estancia como forma de agradecimiento por fortalecer su salud. Hombre tosco, fornido y bien criollo se llamaba José, otra cosa ni dato, se sabía de él. El haber estado en la batalla como soldado era lo que todos admiraban y el haber sobrevivido de esa sangrienta batalla que terminó con más de 200 degollados una dolorosa y cruenta tarde del 27 de noviembre.

Los días pasaron y José resultó ser un hombre sano, virtuoso y muy trabajador, conocía el campo como el propio dueño y se quedó a vivir allí, varios años haciendo las veces de capataz de campo y hasta que un día muere, como José no tenía familiares, al menos nunca se supo de donde provenía, donde había nacido o a que familia pertenecía, al morir lo sepultan en un sector del campo. No tuvo la suerte de tener cristiana sepultura. Pero los lugareños sabían dónde estaba enterrado y como no tenía cruz alguna lo llamaban el José sin cruz.

Cierto día el dueño del establecimiento había notado la falta de una boyada de unas 20 yuntas, cabe aclarar que una yunta de buey era considerado como un tractor de nuestros tiempos y si hablamos de 20 era un verdadero capital de trabajo que había desaparecido de la estancia.

El dueño decide conformar una partida con sus mejores hombres en busca de la boyada. A más días menos esperanzas tenían de poder encontrar la boyada. Nada de rastros, ni una pisada, el campo sin huellas de los animales que como por arte de magia desaparecieron de la vista de todos

Cada tarde volvía de su tediosa tarea que pasó a ser una obsesión develar el misterioso caso y siempre lo hacía pasando por el sector donde estaban sepultados los restos de José. Hasta que un día se queda sentado y habla a la tumba de José, su capataz. Le reza un bendito y se encomienda a Dios pidiendo que lo ayudara a encontrar lo perdido prometiendo una cruz hecha del mejor poste del rodeo si sucediera el milagro.

Tan solo una tarde pasó para que el dueño pudiera encontrar la boyada entera, completa y sin ningún faltante en el mismo lugar donde siempre dormían. Por arte de magia o quizás por un verdadero milagro la boyada apareció.

El dueño del campo brindo un agasajo a toda la peonada por los trabajos realizados. Hubo baile y asado, una gran fiesta porque el milagro ocurrió y por supuesto como todo buen cristiano se acordó de su promesa.

Hizo cortar el árbol de los más antiguos y con el corazón del madero le construyó la cruz a su José milagroso. Cumplió lo prometido cuando había dicho que con el mejor poste del rodeo iba estar fabricada la cruz de José.

A partir de allí los milagros se sucedieron y todos conocían y veneraban al curuzú, madero milagroso de José. Cada aniversario del acontecimiento se realizaba una fiesta entre los lugareños y la fama del madero milagroso se diseminaba por toda la zona del interior correntino.

La gente tomaba parte del madero para usarlo como talismán de la buena fortuna y desastillaban el madero hasta hoy en día se puede ver el detalle de las marcas que dejaban en la cruz...

 

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