Lunes, 26 Abril 2021 13:14

María del Rosario, la kinesióloga que encantó a los pacientes del Campaña

CHARLAS DE CAFÉ

Lunes, 26 de abril de 2021

Charo asegura que cantar es rezar dos veces. Que ayuda tener a alguien en quien creer. “Le pido a Dios fuerzas para los que están enfermos. Estoy convencida de que la ciencia y la fe deben ir de la mano”, dice.

Mi padre se fue de este mundo hace ya un año y pico. Antes de partir, la peleó desde el lugar en que estaba internado, siempre con pronóstico reservado. Las veces que podíamos entrar a verlo, a acompañarlo, el viejo solía pedir -quizás para curar dolores- que le pusiéramos la radio y le hiciéramos escuchar alguito de música. Creer o reventar, pero el hombre se calmaba con esa terapia tan simple como efectiva.

La radio y la música de aquel momento se me vinieron a la mente antes del encuentro con Charo, la protagonista de este café. Porque ella, la kinesióloga María del Rosario Escobar, era hasta antes de la pandemia la que atendía a niños casi con exclusividad. Hasta que le tocó ir al Campaña. Hasta que un paciente no podía con su humanidad y entonces ella se puso a cantar. Lo que vino después, fue el recupero de energías de quien las había perdido. Y también la necesidad de escucharla con frecuencia, por parte de otros tantos que hoy están internados por culpa de la covid y que esperan ansiosos su llegada y sus canciones.

“Fue casi sin querer. Un paciente del hospital de campaña al que veía con habitualidad, un día estaba muy caído, muy bajoneado. Cuando me acerqué a pedirle que haga el esfuerzo para que yo pudiera ayudarlo con ejercicios que facilitarían su recuperación, él me dijo que extrañaba su casa, su radio y escuchar chamamé. Yo le contesté que a su casa no podía ir, pero que -si colaboraba conmigo- yo le podía cantar un chamamé. Me miró sorprendido, pero hizo lo que le pedí y al terminar la rutina que ejercitábamos me volvió a mirar, esta vez como exigiendo su recompensa. Y entonces empecé a cantar. Noté ahí que no solo él cambiaba, sino que a varios pacientes les sucedía lo mismo. Alguien filmó el momento y bueno; después el vídeo se viralizó”.

Hay un don que siempre estuvo en Charo, pero que no formaba parte de su vida como profesional, hasta no hace mucho tiempo: el canto siempre estuvo, pero permaneció allí, más bien oculto y para unos pocos. Hasta que la necesidad de ocupar todo para sanar la fue llevando a escenarios que no saben de luces, ni de pantallas ni de equipos de sonido. En medio de pabellones y camas pobladas de pacientes que buscan salir de la covid, ella avanza con su voz y accede a pedidos.

“Jamás pensé que esto se iba a dar así. Pero sé de las bondades del canto. La música sana, cura. Al menos en mí lo hace. Habitualmente, cuando algo no está del todo bien, soy de ponerme a cantar y se me pasa. Si eso ocurre conmigo, entonces ¿por qué no habría de pasar con aquellos que necesitan un estímulo, un poco de energía, para fortalecerse desde lo espiritual, desde lo anímico?”.

 

Antes, cantora

María del Rosario Escobar alguna vez supo de escenarios. Si bien jamás se dedicó a la música, desde pequeña tuvo inclinaciones que la llevaron a estar cerca de variadas melodías. “A los ocho años empecé a cantar. Una tía, que es mi madrina y vivía en Buenos Aires, cantaba folklore en cantinas y lugares de tango. Una vez me llevó y subí al escenario. De ahí en adelante, me animé y canté siempre por placer, por gusto. Nunca me dediqué, tampoco estudié canto. Canté en los actos del colegio y en la escuela de mi hija. En mis tiempos de estudiante, íbamos con unos compañeros a cantar a una parrilla y dábamos el espectáculo a cambio de la cena. Hoy además, canto en el coro de la iglesia San Francisco”.

Hay detrás de la kinesióloga, una artista oculta de la que muchos hablan hoy por su repentina fama. Pero Rosario no se la cree y, en cambio, prefiere creer. Porque siente que esto que hoy le pasa es por obra y gracia de que el de arriba la puso en donde ahora está. “Somos una familia muy creyente y musiquera. En casa, éramos de ir (hasta antes de la pandemia) con frecuencia a la iglesia. En la familia hay muchos sacerdotes, monjas y como dije antes, músicos también. Sin ir más lejos, mi esposo es primo hermano de Pocho Roch. Y mi hija, Julieta, toca el piano”.

 

Dice Charo que cantar es rezar dos veces. Que tener a alguien en quien creer ayuda en esta pandemia. “Le pido a Dios fuerzas para los que están enfermos. Y que me vaya guiando hacia donde debo ir y qué debo hacer. Estoy convencida de que la ciencia y la fe deben ir de la mano. Y más aún en estos tiempos”.

 

A pesar de todo esto, hay algo que a la kinesióloga la incomoda. Y tiene que ver con el comportamiento social. “La gente se descuida demasiado. No entiende que estamos en una pandemia. Muchos piensan que esto ya pasó, que es una gripe, que a ellos no les va a tocar. Y entonces hacen fiestas, se reúnen, como si nada pasara. En los barrios, el descuido es aún mayor. Las personas andan sin barbijo, no toman conciencia del riesgo al que se exponen.

Lamentablemente se dan cuenta muy tarde. Cuando se enferman, cuando pierden a seres queridos. Cuando les toca, recién ven que tenían a su alcance las armas, las herramientas para hacerle frente al virus y las ignoraron. Todos hablamos de vacunas. Es fundamental la vacuna, pero el vacunarse no te garantiza que no vayas a enfermarte. Ni siquiera el que te hayas recuperado es la solución. Y aunque se hacen campañas de concientización, aunque los profesionales nos cansamos de explicar y pedir que se cuiden, es como que nadie escucha”.

El comportamiento de las personas no va de la mano con las exigencias de este momento, claro está. Y eso que a Escobar la mantiene así de preocupada es una constante entre los profesionales de la salud. Aunque, como dice ella: “Tenemos que agradecer que contamos con este hospital. El Campaña es un sitio fantástico, en el que se trabaja de la mejor manera. El día que me convocaron desde el Ministerio de Salud Pública para ir al hospital, tuve miedo y dudas. Pero te juro que desde que llegué no paro de sorprenderme por lo que se ha logrado. Es el mejor lugar al que un paciente con covid puede ir. Hay muchísima protección, mucho cuidado, mucha atención. Tenemos en Corrientes un gran hospital para afrontar esta realidad tan dura por la que pasa todo el mundo”.

Cuenta la kinesióloga que los médicos trabajan todos intensamente y que muchas veces, los mismos pacientes son los que sorprenden con sus acciones humanitarias. “Es gratificante ver a pacientes que están mejor, colaborando con otros que requieren de determinadas ayudas. Y no solo ellos. Todo el personal trabaja en comunión. Allí, en el hospital, nadie hace ningún tipo de diferencia, no existen las clases sociales, todos somos uno, cómo debería ser en todas partes”.

Escuchar a esta mujer es un poco recuperar las energías, las ganas y la esperanza. Porque su testimonio debe servirnos para entender que todo puede ser mejor, si nos lo proponemos. Y podremos sanar, desde lo más profundo de nuestro ser, eso que hace falta para fortalecer el cuerpo.

Me quedo pensando en eso, mientras el café se acaba. En eso y en el poder del arte que, como dice ella, “afloró en las personas con la llegada de la pandemia. En el mismo hospital, hay enfermeros, médicos que cantan, recitan y así ayudan”.

Quizás, en serio, el virus realmente nos esté dando una oportunidad para renovarnos y reencontrarnos. Y encontrar paz y sanación en las cosas más simples. Que son esas, comunes a todos. Y que a todos nos encantan.

 

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